OBRAS RELEVANTES

Aunque la Catedral de Guadix puede gloriarse de tener un rico y variado patrimonio, hay algunas obras que, por su excepcionalidad, merecen destacarse.

CAPILLA DE SAN TORCUATO

Constituye un espacio singularísimo en el interior de la Catedral. Circular en planta y poligonal en su alzado, a ella se accede a través de un excepcional arco de esviaje doble, comúnmente llamado “de cuerno de toro”, por su sentido decreciente conforme avanza de un lado a otro. Al parecer, se debe su construcción al Obispo Orozco de Cobarrubias. Constituye toda una novedad tipológica para su momento, y se ajusta a un gran modelo clásico: el Panteón de Roma. Su antecedente directo se encuentra en la capilla Carracioli de San Giovanni de Carbonara, en Nápoles. Actualmente, cumple la función de capilla sacramental de la Catedral. Está dedicada a la memoria del que fuera el primer obispo y fundador de la diócesis: San Torcuato.

CORO

La actual sillería coral es la segunda de la catedral accitana. La anterior, de 1531, la hizo el entallador Martín Bello, colaborador de Vigarny y de Jacobo Florentino. Al parecer la sillería del quinientos envejeció mal, planteándose el Cabildo en 1741 la necesidad de una nueva, recabando para tal fin al genio local Torcuato Ruiz del Peral. Obra de madurez de Torcuato, su sillería está completamente tallada en madera de nogal ilustrando motivos florales y cubierta  por doseles realizados primorosamente. Destaca sobre la Silla Episcopal un relieve de la Coronación de la Santísima Virgen sobre el que se alza la imagen de San Torcuato.

SANTÍSIMO CRISTO DE LA MISERICORDIA

Se trata de una escultura anónima de Cristo crucificado, de tamaño ligeramente inferior al natural, procedente de la iglesia conventual de San Francisco. Aún desconociendo el autor, la calidad de la imagen denota la autoría de un maestro de primera línea. Es sin duda la obra cristífera cumbre de la imaginería accitana. El Cristo se inscribe en la corriente mística del siglo XVI, donde autores como San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Jesús, entre otros, tanto influyeron en la transformación del arte de su tiempo. Esta imagen de una naturalidad y patetismo profundo busca llevar al fiel a la comunión de sentimientos y pensamientos con la imagen que contempla.

NUESTRA SEÑORA DE LA HUMILDAD

Obra maestra de la Escuela del Barroco Granadino, fue realizada en el siglo XVIII por Torcuato Ruiz del Peral, procedente de la iglesia del antiguo Convento de San Francisco. Imagen de cuerpo entero, sedente, resuelta mediante una compacta composición donde los pliegues, grandes, gruesos y rígidos suministran una elemental información sobre la postura. También el manto de tiesa textura, envuelve con escaso apego el cuerpo de la Virgen, definiendo los perfiles y amplificando su volumen. Lo mejor de la imagen su rostro, de formas redondas, grandes ojos rasgados y labios entreabiertos que traducen una honda pena expresada, sin embargo con estoica contención. Las manos con los dedos entrelazados, se exhiben elevadas y descentradas respecto del eje vertical del cuerpo.

SAN JUANITO

Obra pictórica expuesta en la Sala de Exposición Permanente (Colección Donum Fidei) del Conjunto Catedralicio de Guadix. San Juanito, es la imagen de las dos alianzas: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Esta pintura es una de las más bellas y mejores obras de Pedro Atanasio Bocanegra, según atribución del profesor don José Fernández López, que dice de ella: Bocanegra acierta a recrear el elegante universo hagiográfico ideado de Murillo, pleno de delicadeza y gracia (…) el granadino intenta en este San Juanito asimilar esos sentidos de elegancia compositiva y cromática típicos de Murillo, así como su amabilidad expresiva. Sin duda que la amabilidad expresiva del conjunto es lo más característico de esta pintura, donde el autor pone de manifiesto su plena madurez en el oficio, tanto por la composición de la obra como por el manejo del color.

APARICIÓN DEL NIÑO JESÚS A SAN ANTONIO DE PADUA

La obra está atribuida por el profesor Fernández López al napolitano Bernardo Cavallino, lo que sin duda la convierte en una obra singular por la rareza de obras de este pintor en la geografía española. En una gran diagonal tan al gusto de la época barroca se abre un gran resplandor de cielo donde aparece la figura portentosa del Niño Jesús; arrodillado, en el mismo eje, San Antonio, extiende sus manos: no sabemos si acoge o despide al Niño tras haberlo tenido en sus brazos. El medio perfil del santo se ve iluminado y transido por la visión mística. El claroscuro del cuadro, que contrasta con la visión, nos recuerda la mejor tradición de la pintura napolitana, tan deudora de Caravaggio y de José Ribera, como se ve claramente en este óleo. Junto a San Antonio, una pobre mesa sobre la cual hay varios pliegos de papel, una pluma y un tintero, que hacen alusión a los escritos teológicos del santo; un libro, una calavera y la disciplina, también representados sobre la mesa, nos recuerdan la fatuidad de este mundo y la necesidad de penitencia. Entre la mesa y el santo, cabe destacar una fantástica jarra que es todo un alarde de virtuosismo pictórico, en la que la azucena nos recuerda la virginidad del santo y la pureza con la que siempre vivió, que le hizo merecedor de alcanzar la gloria de tener al mismo Hijo de Dios entre sus brazos.

PINTURAS SOBRE COBRE DE FRANS FRANCKEN EL JOVEN

Se trata de un conjunto de seis cobres que pertenecen al Palacio Episcopal de Guadix, donde se conservan dos más de la misma serie. Nada sabemos de quién ni cuándo adquirió los cuadros. El flamenco Frans Francken II o el Joven, tuvo una especial relación con España a través de la importación desde Sevilla entre los años 1625 y 1634. Cabe la posibilidad de que fuera en Sevilla donde estos cobres se adquirieran, aunque tampoco puede descartarse que alguien los comprara directamente en Amberes. Según el profesor Zalama Rodríguez las características de las pinturas son suficientemente singularizadas para permitir su atribución a este artista de Amberes, quien vivió entre 1581 y 1642. Los rasgos de su pintura son especialmente singulares, pintor de considerable habilidad, deudor del Manierismo de Fontainebleau, inspirado en estampas de Durero y Lucas Van Leyden, influido por Rubens y David Teniers. Atendiendo al orden en el que aparecen expuestos, nos encontramos la siguiente iconografía: Abrahán y Melquisedec (Génesis 14, 17-24). Lot abandona Sodoma guiado por los Ángeles (Génesis 19, 15-26). Abimelec e Isaac (Génesis 26, 26-29). David toca el arpa para Saúl (I Samuel 13, 1-5). Muerte del Rey Saúl (I Samuel 31, 1-5). El Juicio de Salomón (I Reyes 3, 16-28).

BRAZO-RELICARIO DE SAN TORCUATO

Su ejecución se decide en sesión del Cabildo de 23 de marzo 1593, encomendándose su hechura al maestro platero Cristóbal de Rivas, aunque ajustándose a un modelo proporcionado por el obispo don Juan Alonso de Moscoso. El relicario resulta muy característico del purismo y de sus rigurosos diseños geométricos. Tiene la peculiar base circular escalonada, en cuerpos de perfil convexo y recto, y sobre ella se eleva un gollete cilíndrico, en el que apoya un gran nudo semiovoide coronado por amplio cuerpo en cuarto de bocel, a manera de plato, incorporando caladas costillas con contornos perlados. Un esbelto cilindro, rodeado de dobles volutas en S, también perladas en sus cercos, sirven, por último de sostén del brazo, que remata en mano abierta. El centro del brazo, respectivamente, delante y detrás del mismo, ofrece unas aberturas para poder contemplar la reliquia.

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