La Hermandad del Santísimo Sacramento de la Catedral, que cuenta entre sus miembros históricos al Cardenal Don Gaspar de Ávalos, a los obispos Fonseca y Montalbán, a literatos canónigos como Mira de Amezcua, el Magistral Domínguez o al Arcediano Valverde y a personajes accitanos como los Barradas, de la Cueva y Benavides… para llegar a Pedro Antonio Joaquín Melitón de Alarcón y Ariza, o Ponce y Pozo y Medina Olmos, todos han conformado la Cofradía más documentada y de mayor raigambre histórica de Guadix.
Dese hace tres años, una junta renovada de la Hermandad, está poniendo las bases de la recuperación de esta cofradía servidora de la Fiesta del Corpus Christi en Guadix. La recuperación de los bailes de seises, la decoración de la torre, la promoción de altares eucarísticos efímeros, tanto dentro como fuera del templo catedralicio o la asistencia, por fin lograda, de todas las hermandades sacramentales de penitencia y de Gloria, está contribuyendo a revitalizar el culto al Santísimo Sacramento. También fuera de la misa con los prolongados ratos de meditación dirigida durante los días de la Octava, desde el Domingo de Corpus al siguiente.
Para la completa restauración de lo que fue en siglos pasados el Corpus accitano, restaba por reedificar la costumbre de representar autos sacramentales: verdaderas piezas teológicas, devotas y catequéticas de nuestro teatro clásico, escritas por aquellos grandes curas que fueron Calderón, Lope, Mira de Amezcua, Góngora, Gracián o Tirso de Molina…
Este año, por fin, con la inestimable colaboración de la Asociación para Promoción de la Cultura y el Arte “La oruga azul”, ha venido en completarse la iniciativa de la Hermandad. Durante siglos, el mayor gasto de esta venerable compañía era la de la representación de las piezas sacras en honor de la Divina Majestad Eucarística. Ha llegado la hora, felizmente, de poder felicitarnos de nuevo con la gratuidad de un servicio de voluntariado cultural que ha puesto a doce actores, una directora, en la persona de Dori Hernández Montalbán, y servidores de los equipos de sonido, vestuario, atrezo, acogida… etc. Y todo un elenco de voluntarios, que desde la más perfecta generosidad han puesto su entusiasmo al servicio de la restauración íntegra del Corpus de Guadix.
Entrados ya en la representación propiamente dicha, hay que afirmar, al menos, tres aspectos fundamentales: el marco es el mejor de Guadix, incomparablemente superior a cualquier otro, pues la Catedral repleta de público silenciosamente respetuoso y entusiasta en sus aplausos, vivió una jornada de cultura llena de feliz acierto ; la compañía, nacida de La oruga azul, llenó la catedral de versos clásicos repletos de hondura espiritual y de hermosa dicción literaria; finalmente las concesiones musicales, las bellezas del vestuario, contrastante entre ricos y pobres, reyes o labradores, pasando por bellezas lisonjeras o religiosas austerísimas, todo sumó, sin resta alguna, hacia una manifestación cultural de gran porte.
Cuando el culto genera cultura y la cultura se hace digna y humilde manifestación orante, se produce el milagro de cumplir los dos grandes mandamientos en una sola y elegante tarde. El mismo Calderón lo resume con sus geniales versos:
Ama al otro como a ti
y obra bien que Dios es Dios”
Ciertamente, en la tarde del día 19 de junio del año 2016, en Guadix, desde el altar mayor de su Catedral, durante más de una hora, un templo repleto pudo aprender a amar a través del teatro clásico español. No es pequeña cosa ahondar en el gozo de la belleza y disfrutarla con reconocido buen gusto, tanto más cuanto que esas ocasiones no se nos ofrecen todos los días.
Desde Pablo VI, pasando por el actor Juan Pablo II, para llegar al artista y soberano músico Benedicto XVI, todos han proclamado que el ambiente del culto, o sea, el templo, puede ser ámbito adecuado para la cultura que nace de la alabanza divina, siempre que tenga la excelencia de la calidad, y no contradiga la naturaleza propia del recinto sagrado. El Papa Francisco ha llegado a más, pues el domingo día 12 del corriente mes, enriqueció la proclamación litúrgica del evangelio durante la misa papal, con una representación dramática del texto en el que la mujer pecadora enjuga con sus lágrimas los pies de Cristo en casa de Simón el fariseo. ¿Se comprende ahora por qué el arte al servicio del culto, evangeliza por sí mismo?
Es de justicia agradecer a La oruga azul su esfuerzo, sólo comparable con su acierto, al tiempo que emplazamos a este singular grupo de apóstoles de la cultura a futuras y renovadas ocasiones de mostrar la alabanza divina y el amor fraterno, a través de una cultura que sirve al culto y a los pobres. Por ello, la Catedral también se llenó esa bendita tarde de productos de higiene personal y doméstica, con destino a los que menos tienen: culto, cultura y caridad, es decir, la sonrisa de Dios.
Manuel Amezcua Morillas.
Consiliario de la Hermandad del Corpus.