Ni qué decir tiene que para todos aquellos estudiosos y eruditos del arte renacentista español –y más concretamente andaluz- la figura de Diego de Siloé se alza como paradigma del clasicismo de esta manera de origen italiano que dio forma e identidad a los más monumentales ejemplos de arte sacro de nuestra tierra durante buena parte del siglo XVI, como dan fe de ello las catedrales de Guadix, Granada, Almería y Málaga, amén de otros edificios igualmente dignos de mención como la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda –panteón familiar de don Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V- o el Patio de la Real Chancillería de Granada, este último una obra de ingeniería civil. Con estas líneas, pretendemos conocer un poco más la vida profesional del gran artista oriundo de tierras castellanas.
Los historiadores, a pesar de la relativa escasez de fuentes, suelen fechar el nacimiento de nuestro artista en torno al año 1495 en la ciudad de Burgos como hijo –o cuando menos, familiar directo- del gran artista tardogótico Gil de Siloé, de origen flamenco cuya obra se prodigó por tierras de Castilla la Vieja fundamentalmente (legándonos obras excelsas de virtuosismo como el retablo mayor de la burgalesa Cartuja de Miraflores), considerado uno de los padres de la introducción del gótico flamígero en la Península, que, adaptado a la estética propia hispánica dará lugar a la variante Isabelina imperante a finales del siglo XV. Será en esta ciudad castellana donde el joven Diego comience su formación académica, que verá acrecentada y perfeccionada tras su viaje a Italia durante el primer tercio del siglo XVI. Allí será donde se impregne de las nuevas formas estilísticas y constructivas de reminiscencias clásicas grecolatinas recuperadas por los maestros italianos del Quatrocento (influencias de Bramante y Bruneleschi), aunque el gran mérito del maestro burgalés será la combinación de este nuevo modo de crear “ a lo romano” con las últimas tendencias decorativas del arte gótico –flamígeras- y los sabores arabescos del mudéjar propiamente hispánico. De esta forma, la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos se convierte en su primera gran obra arquitectónica-, desde la que se catapultará a la primera línea de los nuevos trabajos constructivos que proliferaban en el sur de la Patria tras la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492, procediendo a una remodelación urbana sin precedentes que conformó la ciudad de la Alhambra en una urbe moderna dotada de todas las infraestructuras administrativas y municipales: catedral, parroquias, conventos, Chancillería, Universidad, palacios, hospital… irradiando actividades hacia la periferia del antiguo Reino (Guadix y Almería hacia el Este, Málaga hacia el Oeste), uniéndose a ello la constante edificación de iglesias parroquiales como las de Íllora, Montefrío, Loja, Baza…
Así el artista llega hasta Granada reclamado por los Duques de Sessa, familia del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, que patrocinaba la construcción del Monasterio de San Jerónimo como panteón de tan ilustrísima familia. Casi por el mismo tiempo, la jerarquía eclesiástica del reinstaurado y aumentado Arzobispado de Granada rechazaba la construcción de la nueva catedral granadina siguiendo los cánones –ya anticuados- del gótico apostando por el arte nuevo clásico –que terminaremos conociendo como Renacimiento- encargando la proyección de planta y alzado final a Diego de Siloé, que desarrollará en ella todo un esquema revolucionario de armonía arquitectónica a través de bóvedas casetonadas, pilares esbeltos cruciformes y una distribución del espacio sacro interior a lo largo de amplias naves que convergen en el presbiterio. Este nuevo planteamiento traspasará la ciudad Granada buscando nuevos horizontes en las catedrales de Guadix, Jaén, Almería y Málaga, e incluso más allá del océano en las –por entonces- recién conocidas tierras de América. Por ello, la figura de Diego de Siloé permanece ligada irremediablemente a la historia edificativa de nuestras catedrales del Oriente Andaluz.
En nuestra Catedral accitana, el maestro será reclamado para acometer la ampliación de la reducida catedral gótica primitiva, notándose su influencia en el empleo del pilar cruciforme reforzado con pilastras corintias –llamado siolesco por algunos autores- y en el crucero. Si bien, será en la Capilla de don Tadeo -actualmente capilla de San Torcuato que hace las veces de capilla Sacramental- donde exponga sus dotes arquitectónicas ejecutando un espacio totalmente circular coronado por una cúpula de profusa decoración sostenida por altas pilastras dóricas, a la que se accede a través de un arco de esviaje doble conocido como arco de cuerno de toro por el sentido decreciente del intradós. A través de esta solución, el artista consiguió respetar el espacio disponible sin tener que restárselo a las capillas colindantes logrando un conjunto pleno de armonía.
La maestría arquitectónica de Siloé se complementó con su faceta escultórica, de la que nos han quedado numerosos ejemplos documentados y otros atribuidos. Tal es el caso del conocido relieve de la Sagrada Familia del Museo de Valladolid y los estilizados escudos heráldicos de la Portada del Perdón de la Catedral de Granada con toda su carga iconográfica, por citar algunos ejemplos característicos.
Murió en Granada en 1563, habiendo formado una serie de discípulos entre los que destacó Juan de Maeda, quien se hizo cargo de las obras de la Catedral de Granada tras el fallecimiento de su maestro.